La fachada se concibe como un plano continuo de vidrio de suelo a techo, que permite una total transparencia entre el interior y el exterior, invitando a los niños y a sus familias a descubrir el espacio desde la calle. Este cerramiento acristalado no solo garantiza una iluminación natural abundante en el interior, sino que también convierte a la ludoteca en un espacio abierto y visible, en permanente diálogo con su entorno urbano.
Sobre este plano transparente se apoya un gran elemento escultórico que cumple una doble función: actúa como rótulo identificativo del edificio y, al mismo tiempo, como parte del propio parque de juegos. Este recurso dota a la fachada de un carácter icónico y reconocible, reforzando la identidad del proyecto y convirtiéndolo en un hito visual para la ciudad.
El resultado es una fachada dinámica, lúdica y representativa, que trasciende su condición de límite arquitectónico para transformarse en un verdadero espacio de juego y comunicación.





