Este proyecto parte de una premisa clara: lograr una integración armónica del edificio con el paisaje natural que lo rodea. Para ello, la propuesta se inspira directamente en la topografía del entorno, especialmente en las laderas que enmarcan la parcela. Los alzados norte y sur del edificio se diseñan como extensiones del terreno, con pendientes que nacen y se disuelven en la cota del suelo, generando una silueta orgánica y fluida que se mimetiza con el perfil del lugar.
La materialidad del edificio refuerza esta relación con el medio. Se han elegido acabados que no solo respetan la estética natural, sino que también recogen su gama cromática. Tonos terrosos, ocres, verdes y grises matizan tanto las fachadas como los espacios interiores, creando una continuidad visual y sensorial entre arquitectura y paisaje. Esta estrategia no solo responde a criterios estéticos, sino también a una voluntad de bajo impacto y sostenibilidad ambiental.
En el interior, los espacios se conciben como extensiones del paisaje, con una atmósfera cálida y serena que dialoga con el exterior a través de grandes aperturas visuales. El edificio no busca imponerse, sino coexistir con el entorno, ofreciendo una experiencia arquitectónica coherente, respetuosa y profundamente conectada con la naturaleza.
